Honoré de Balzac fue probablemente el mejor bebedor de café de la literatura europea. Su inmensa obra no podría explicarse de otra manera.
Sólo su “La Comedia humana” contiene más de noventa volúmenes, que escribió en menos de veinticinco años. Además, también escribió libros con nombres extranjeros, artículos de periódicos, reseñas, obras de teatro y mucho más.
Tal logro sólo podría ser alcanzado por un trabajador obsesionado que repetidamente espoleaba su sangre con estimulantes y seguía conduciendo. Su remedio favorito para esto era el café.
También escribió la más bella declaración de amor que un escritor haya hecho al café:
“El café se desliza hacia abajo en el estómago, y entonces todo comienza a moverse: las ideas vienen como batallones del gran ejército en el campo de batalla; la batalla comienza. Los recuerdos llegan en el paso de la tormenta, como sargentos en la marcha. La Caballería Ligera se desarrolla en un magnífico galope. La artillería de la lógica ruge con su tren y sus cartuchos. Las ideas ingeniosas intervienen como tiranos en la batalla. Las figuras se disfrazan, el papel se cubre de tinta, la batalla comienza y termina bajo corrientes de marea negra, mientras la verdadera batalla en el campo se ahoga en humo negro de pólvora”.